Empieza la aventura de las vacaciones en semana santa 2018

El primer viaje de este año 2018, ha sido a El Puerto de Santa María.

Todo ocurrió por casualidad o como se suele decir “Las cosas pasan por alguna razón” y si empezamos por los principios la razón seria unas vacaciones inesperadas.

Trabajo en un hospital, en la zona de hospital de día quirúrgico y en Semana Santa me dieron las vacaciones. Buscando días atrás por la red en páginas de viajes di con un viajecito a los madriles, pero lo descarte porque solo miraba por curiosear y seria para unos meses más adelante, es decir con mis vacaciones oficiales.

Pero llego a mis manos o mejor dicho a mis ojos, una ganga en la página Buscounchollo.com, se trataba de un hotel en El Puerto de santa maría desde el día 26 de marzo hasta el 29 de marzo en régimen de pensión completa para 3 adultos y 1 niño en el hotel Campomar playa 3* por tan solo 416€.

Conque ni corta ni perezosa lo contrate, ahora tocaba el trasporte.

No me apetecía conducir, y menos en estas fechas que hay muchos coches en la carretera.

Mire en autobús pero no me cuadraba la hora de salida ni llegada, entonces me descarte por el tren y mirando en Renfe y con el carnet de familia numerosa, me salió la ida y la vuelta por tan solo 129,40€.

Ya tenía el viaje organizado, mis maletas llenas de ilusiones y solo quedaba empezar la aventura que nos esperaba…

Y como toda aventura tiene su puntazo, este no iba a ser menos, conque una vez en la estación, se nos informa que aparte de nuestro trasbordo, una parte del trayecto, lo hacemos en bus por reparación en las vías del tren.

Pues imaginaros el viajecito, subimos al tren a las 9 y paramos en la estación de Granada.

Nos subimos al bus hasta la estación de Antequera, allí cogemos otro tren que nos llevara a Dos hermanas y tras un descanso de media hora, tiempo justo para pedir unos bocadillos de carne mechada y unas coca colas, partimos rumbo a El puerto de Santa María, que llegamos a las 15,57 de la tarde.

Cogimos un taxi, que por cierto el taxista fue la mar de simpático, y nos llevó a nuestro hotel por tan solo 4€ el viajecito.

Una vez en el hotel Campomar playa, nos recibió un amable recepcionista, que nos informó de los horarios del restaurante, que para mí es todo un acierto y que doy la enhorabuena a este hotel por estos buenos horarios, porque es horario español, ya que casi todo los hoteles tiene horarios para turistas, pues Campomar playa tiene:

Desayuno de 8 a 10:30 y fines de semanas y festivos de 8:30 a 11.

Almuerzo de 14 a 16h.

Cena de 21 a 23h.

Este hotel tiene piscina en los meses de junio a septiembre.

En este hotel se aceptan mascotas.

Además que el wifi es gratuito incluso en las habitaciones.

Nos alojemos en la 1ª planta, en las habitaciones 130 y 131.

En la mía la cama era de matrimonio, que por cierto era súper cómoda, tenía aire acondicionado y una decoración muy coqueta.

En cambio a mis niñas les dieron 2 camas, que también eran muy cómodas.

Solo puedo decir que estuvimos muy gusto y que volvería a hospedarme en él.

Tras descansar un rato, fuimos andando hasta el paseo marítimo de Valdelagrana y como había un tiempo primaveral tirando a verano, pues se agradecía la brisa que de vez en cuando nos refrescaba. 

Nos llamó la atención la de metros que había desde el paseo marítimo al agua, que por cierto es el océano atlántico.

Nada más entrar en el paseo marítimo, hicimos una parada para tomar un cafecito en un chiringuito con un precioso y relajante estilo chill out, llamado Palapa beach, que por cierto estaba lleno.

Mientras nosotras reponíamos fuerzas con el café, Noa se fue a jugar en la arena con unos niños que acababa de conocer.

El temporal que azoto la Bahía de Cádiz, ha dejado secuela debido a las corrientes y fuertes oleajes y encontramos la playa cubierta de almejas y navajas.

Ademas descubrimos que la arena de esta zona es muy fina y no dudemos en mojarnos los pies.

A la vuelta hicimos algunas compras por la zona y nos dirigimos derechas al hotel para pegarnos un baño relajante y ponernos guapas para la cena.

El comedor no era muy grande, y tampoco había comida para dar y regalar, había una variedad equilibrada de menús, que continuamente iban reponiendo, pero lo mejor de todo es que sabía a comida casera y estaba rica, rica.

El personal del restaurante era muy atento y no había plato sucio en la mesa, que no se llevara al instante, por lo que te sentías como en casa.

Tras la cena, subimos a nuestras habitaciones a descansar, que al día siguiente nos esperaba una nueva aventura…